miércoles, 30 de noviembre de 2011

Entrada de los maderistas a Ures

Como era costumbre, en el Ures antiguo, el escoger a dos personas que además de ser dignas de respeto, reunieran entre sus cualidades: valor, audacia, inteligencia y responsabilidad para que ocuparan los cargos de sereno y policía. Mientras que el policía desempeñaba las labores propias de su trabajo, el sereno rondaba todo el pueblo, desde el apagón de los faroles hasta el amanecer.
La madrugada del 21 de marzo de 1911 cuando el sereno del pueblo, don José Huerta, efectuaba su recorrido por el barrio del palo fierro, fue sorprendido y tomado como rehén por los maderistas, que llegaron a Ures inesperadamente.
Su jefe, Don Anacleto Girón y su subalterno, el Sr. Trujillo, inmediatamente bloquearon todas las salidas de Ures, y muy de mañana fue obligado el sereno a llevarlos directamente a la casa del prefecto que en esos días fungía como tal, Don Juan Caballero, tenia su domicilio frente a la Plaza Zaragoza, y pronto llegaron ante el quien también fue obligado a acompañar a la tropa rumbo a la “La corrección” para que les entregara  las llaves de este edificio y tomarlo como cuartel y en esta forma tomar posesión de la plaza Urense. Al tener conocimiento de este acontecimiento, en la capital del Estado, salieron rumbo a la ciudad de Ures, 1500 soldados federales al mando de Barron y Ojeda. Al saber la noticia anterior y en consideración a que el Pueblo era simpatizante del Sr. Madero, los revolucionarios optaron por evacuar la plaza para que esta no sufriera daños en el combate que se avecinaba. El encuentro con los federales se efectúo en el poblado de San Rafael. Tomaron como fuerte los revolucionarios el molino del lugar, entablándose una tremenda batalla donde quedaron sitiados los maderistas, sin alimentos y con escaso parque. Los que intentaban romper aquel sitio, eran acribillados  balazos por los federales. Uno de los sitiados, al amparo de las sombras de la noche, logro burlar la vigilancia y dio conocimiento en Ures, de lo que estaba aconteciendo en el molino de San Rafael.
Caminaban por la calle Zaragoza  dos señoritas, y viendo que otro contingente de maderistas procedentes de pilares de Nacozari y mandado por Cabral, hacían su arribo a Ures, notificaron a ellos lo que estaba aconteciendo en San Rafael. Los federales fueron tomados por sorpresa y entre dos fuegos, pronto se convirtió aquello en una tremenda masacre, donde predominaron el número de cadáveres federales, estos quedaron regados por todas partes. Posteriormente, una gran crías de marrano que ahí había se dieron cuenta de ellos destrozados y comiéndoselos.
 El refuerzo de Cabral saco a los maderistas del sitio en que los tenían los federales. En vista de lo sucedido, desocuparon la plaza de Ures, por carecer de lo necesario para defenderla. Barron, rumiando su derrota y disgustado por que no pudo hacer prisionero a ninguno de los jefes pretendió quemar el pueblo de Ures y dar la orden de pillar. Mas Ojeda se opuso terminantemente aduciendo que aquello no tenia justificación, por que la batalla había sido fuera del lugar.
Los federales pasaron a ocupar “La corrección”. El día dos de abril, desfilaron 900 soldados por las calles principales de la ciudad, festejando el triunfo de Don Porfirio Díaz, obtenido al haber tomado por asalto la plaza de Puebla. De los 1500 soldados que salieron de Hermosillo en la última decena de marzo, 900 sobrevivientes de la masacre de San Rafael, desfilaron en honor de Díaz.
Como nunca faltan personas en los pueblos, que siguen los acontecimientos más sobresalientes y están pendientes de cuanto ocurre, plasman estos en versos que vienen siendo exacto reflejos del sentir popular. Un poeta ignorado así lo hizo, y dedico los versos al Prefecto Segundo. Escogió como tema la entrada de lo Maderistas a Res, y dice así:
Hoy, 21 de marzo
Que noche tan memorable,
No sabia, caballero,
Si pelear o retirarse.
Armas tenia muy pocas,
Gente, no tenia nada,
Y el auxilio que tenia,
Estaba en la colorada.

José Huerta fue elegido,
Para mandar a explorar,
Nunca creía Don Juan,
Que lo podía traicionar.

Otro día por la mañana
Lo ve delante de la tropa,
Y se limpiaba los ojos
y se mordía la boca.

1 comentario:

  1. Vuelve a cometer la ignominia de omitir a la autora de este texto la escritora Lola Real en su libro Casos y cosas de mi tierra

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